DE "UNOS DÍAS AFUERA"
.
agridulce. el diario en la barra de un bar.
doble campera. nieva. de noche. la mesa
es otro vidrio donde los codos de una clase
reconocen sus caras más cansadas. tapizado azul. taxis dealers
llevan carteles de películas de mafias.
se dicen nombres. pagos. progresos. tiempos.
todo esto es una forma de traficar
las habilidades para distinguir un pomo de mayonesa
y uno de kétchup.
la corrupción está desde más temprano.
en el diseño de las palabras. en
la arquitectura de los hogares a leña
que abrigan los mejores cerebros.
doble propina para que vea cómo
los sueños aun pueden perseguirse
con algo más de inversión en francotiradores
…..
Está elidida la escena, la situación, lo que ocurre. Hay detalles, nomás, como complementarios de eso a lo que el poema se estaría refiriendo (el diario en la barra, el tapizado azul, los taxis que llevan carteles de películas de mafias), o apuntes al margen con algún intento de conclusión (“la corrupción está desde más temprano en el diseño de las palabras”). Hay bastante de cinematográfico en la poesía de Diego L. García, de incorporación de esa herencia —la de las películas, las series— a la panoplia de recursos para producir poeticidad. Lo que implica, en primer lugar, un clima, una tensión ambiental, palpable, aunque no se la pueda definir, cierta coloración en la atmósfera. Luego un predominio de la sensorialidad y la tácita elocuencia del estar presente de las cosas concretas, nada idealizadas, existentes por sí mismas como en un cuadro de Cezanne o una foto de Cartier-Bresson. Y acción, también tácita: no hay escena de cine que no cargue acción, aunque no se vea pasar nada, porque algo siempre hay puesto en juego. Y, si hay acción y cosas o intereses, por más pequeños que sean, puestos en juego, hay una visión desde algún ángulo, nunca explícita pero tampoco neutral. Lo sabían Cartier-Bresson, Robert Frank, Sebastiao Salgado: el sólo hecho de enfocar y hacer clic implica una posición tomada, “algo que decir”, cuando el “mostrar” se vuelve un decir más verdadero, menos sospechoso, que el decir literal. Sin por eso privarse, en la poesía de DLG, de introducir medio por el costado alguna frasecita calculadamente intencionada (“los codos de una clase”), como quien no quiere la cosa o como si se desprendiera naturalmente de lo que se está viendo (no hablo de moralejas ni de enseñanzas, hablo de tomas de posición, inevitables si de veras uno está vivo). Depende, claro, de la capacidad y de lo que a su vez quiera poner en juego quien mira o lee para que algo de lo que está ahí preparado para ocurrir ocurra.
Daniel Freidemberg
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TANDIL
LA BULLANGA
ENTRE RÍOS (Concepción del Uruguay)
MALA PALABRA
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A la tradición borgeana de las inquisiciones
pertenecen los ensayos de este libro. Síntesis, líneas de fuga y, sobre todo, “deudas
de amor” –diría Steiner- con la Letra y la Imagen. Aquí el lector encontrará
cápsulas de escritura que no solo se detienen en sus objetos de análisis, sino
que devienen reflexiones (espejos) de sí mismas. ¿No es acaso esa calle de
doble vía –el pensar “el todo” desde viajes introspectivos- uno de los
fundamentos del arte ensayístico? De una foto de Garry Winogrand a un poema de
Layna Ranz, de las fotografías de Martin Parr a la poesía de Arturo Carrera, de
la prosa de John Fante a la de César Aira…, he ahí la ruta de estas
inquisiciones de Diego L. García, en su lento y armonioso ensayar.
https://editorialcasavacia.com/2023/05/31/118-el-lento-hacer/
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